Cuando Jesús salió de aquella casa, dos ciegos lo siguieron y le pidieron a voz alta:

"¡Jesús, tú que eres el Mesías, por favor ten piedad de nosotros!"

Los Ciegos siguieron a Jesús hasta la casa. Cuando ya estaban adentro, Jesús les preguntó:

"¿Creen ustedes que puedo sanarlos?"

Ellos dijeron que sí, y que creían en él.

Jesús se acercó a ellos, les tocó los ojos y dijo:

"Han confiado en mí, ahora serán sanados."


De inmediato, los Ciegos recuperaron su visión. Pero al instante, Jesús les dijo:

"No le cuenten a nadie lo que pasó."

A pesar de eso, ellos no pudieron evitar contar a la gente el milagro que había hecho Jesús con ellos.