Juan Bautista, vivió en el desierto durante muchos años. Él llevaba sus ropas hechas de pelo de camello, y para alimentarse, comía miel y langostas.
Muchas personas venía de las ciudades para escuchar sus enseñanzas sobre Jesucristo. Él les decía que se arrepintieran de sus pecados y que sean bautizados, y bautizó a los que se arrepentían de sus pecados. Ellos lo conocieron como "Juan el Bautista".
La gente le preguntaba cómo podían vivir mejor su vida, y Él les decía que compartieran con los pobres, decir la verdad y que sean justos con los demás. Adicionalmente les comentaba sobre la llegada de Jesucristo y cómo les daría el don del Espíritu Santo.
Un día, mientras Juan el Bautista estaba bautizando en el río Jordán, llegó Jesús y amablemente se acercó y le pidió que lo bautice. A pesar de que Jesús había obedecido siempre los mandamientos de Dios y no necesitaba arrepentirse de algo, Juan creía que no era necesario que bautizarse a Jesús; sin embargo, Dios había mandado que todas las personas se bauticen, así que Jesús insistió a Juan que lo bautice.
Mientas Jesús era bautizado, el Espíritu Santo descendió de los cielos sobre Él. En ese momento Dios habló desde el cielo y dijo:
"Éste es mi Hijo amado, de quien estoy complacido."
Con esto, Juan el Bautista testificó que Jesús era el Hijo de Dios. Tras esto, Jesús se pone a pensar en muchas cosas y se va a un lugar solitario por 40 días. En dicho lugar, Satanás se acerca a él y en tres intentos, lo tienta para que viole las leyes de Dios, pero Jesús no cede y responde sabiamente. Después, Jesús regresa y conoce unos Hombres que llegarán a ser sus primeros discípulos: Andres, Pedro (también llamado Simón), Felipe y Natanael (llamado también Bartolomeo).