La guerra de los Israelitas con los Filisteos fue muy larga y feroz. Goliat era un filisteo gigante que era también muy temido. Él, orgulloso de su poder retó por cuarenta días a los Israelitas para medir sus fuerzas, pero nadie respondía. David antes de ser coronado Rey, fue testigo de estas provocaciones ya que llevaba comida a sus hermanos que estaban en la batalla.
David se presentó ante Saúl y le dijo:
"Dios me ha librado de las garras del león y de un Oso. Me librará de las manos de aquel malvado filisteo."
Así, David acompañado de su honda y una piedra, enfrentó a Goliat. El gigante al verlo, se burló del pequeño, y cuando planeaba atacarlo, David tomó rápidamente su honda y le tiró una piedra en la frente liquidándolo al instante. Al ver los filisteos abatido al Gigante, huyeron de inmediato. Dios ayudó a David a acabar con el gigante y así, los Israelitas tuvieron paz.
(Samuel 17)