Dios previno a Elías sobre el mal que le acechaba, así que le dijo que se esconda cerca de un arroyo. Ahí tuvo agua y aves que le daban comida. Cuando hubo sequía, Elías tuvo que irse.

En su camino llegó a casa de una viuda que vivía con su único hijo. Él le pidió hospedaje, y cuando le pidió pan, la viuda dijo que sólo tenia para su hijo. Elías le dijo que no se preocupe, que prepare todo, ya que Dios le brindará más para poder pasar tiempos de hambruna. La viuda así lo hizo y como se dijo, no le faltó pan en tiempos difíciles.


Muchos días después, Elías estaba por irse, cuando de repente el niño enfermó gravemente, y murió. La madre estaba muy deprimida por la perdida de su pequeño. Elías oró con mucha fe y sucedió un milagro. El niño resucitó y la madre estuvo muy agradecida. Ella vio que Elias era un profeta divino.

(1 Reyes 17)