Esaú, muy indignado por como Jacob le arrebató de esa manera la bendición de su Padre, juró matarlo. Rebeca al enterarse de los planes de Esaú, suplicó a Jacob que huya hacia el hogar de su hermano en Jarán donde él lo protegería.

Cuando Jacob partió de Berseba y se encaminó hacia Jarán, se detuvo en plena noche para poder dormir. Usó una piedra como almohada, y se acostó a dormir en aquel lugar. En su sueño, vio una gran escalera que llegaba hacia el cielo de la cual, subían y bajaban los ángeles de Dios.

Luego, Dios le dijo:

"Soy el Dios de Abraham e Isaac. La tierra que pisas es tuya y será bendecida por todas las naciones. Te protegeré por dondequiera que vayas, y te traeré de vuelta a esta tierra. No te abandonaré hasta cumplir con todo lo que te he prometido."


Al día siguiente, Jacob despertó temprano, y tomando la piedra que usó de almohada, la estableció como una estela y derramó aceite sobre ella. Luego renombró a aquel lugar "Bétel".

(Génesis 27:41,46,28)