Cuando la granizada y la lluvia de fuego cayeron en Egipto, el Faraón pareció ceder ante las demandas de Moisés, pero luego volvió a desobedecer a Dios.
Dios trajo vientos del Oriente junto a una terrible plaga de langostas. El Faraón suplicó perdón pero nuevamente, volvió a mentir. Dios otra vez castigó enviando la tinieblas y la oscuridad, y cuando hirió de muerte a los hijos de Egipto, el Faraón aceptó la salida de los hijos de Israel.
Todos ya juntos, partieron de Rameses a Sucot. Más de seiscientos mil Israelitas, pero nuevamente el Faraón dio marcha atrás sus palabras y ordenó alcanzarlos. En el Mar Rojo, hubo pánico pero Dios dijo a Moisés:
"Levanta tu bastón, elévalo hacia el mar y divídelo. Por esa abertura pasarán todos mis hijos."

Cuando ya habían pasado todos los Israelitas, los Egipcios llegaron al mar abierto por Moisés, y cuando quisieron pasar, Moisés cerró las aguas y los Egipcios perecieron allí.
(Éxodo 10, 11, 14)