Dios estaba molesto con David por su mal comportamiento. El profeta Natán le dijo a David que sería castigado por Dios. Él sintiéndose desamparado, oraba muy arrepentido, ofrecía sacrificios en busca del perdón de Dios; además, se reforzaba como un Rey bueno y justo.

Por mucho tiempo el Rey David reinó, y quiso que su hijo Salomón sea su sucesor. Cuando estuvo muy mayor, llamó al profeta Natán para que ungiera al futuro Rey y le exija obedecer los Mandamientos de Dios. Davíd, falleció en paz y fue enterrado cerca de Jarusalén.


Salomón fue un buen rey. Dios se sintió feliz que le suplique ser bendecido para que sea un rey justo y sabio. Así, Dios lo escuchó y lo bendijo. Muchas personas de diversos países iban donde el Rey Salomón para que los escuche y les responda.


(2 Samuel 12. 1 Reyes, 1, 2, 3)